1.- ‘Comunicaciones’ no es ‘comunicación’. En castellano, y en general, se utiliza el término ‘comunicaciones’ para la parte tecnológica de las organizaciones, es decir, la informática, las conexiones, IT, etc.
2.- Como no hay dinero para publicidad, hacemos comunicación. Es como decir “como no hay dinero para gasolina, echamos vino al coche”. Es cansino el tema. Una cosa es la publicidad y otra, la comunicación. Aunque las fronteras, generalmente, tienden a entremezclarse, ni los presupuestos son los mismos, ni la estrategia, ni los resultados lo son. La gasolina para el coche; el vino, para muchas otras cosas. No me imagino disfrutando de una copa de gasolina a la luz de las velas.
3.- Burro grande ande o no ande. El miedo a equivocarse en la selección de un partner en comunicación es proporcional al tamaño del mismo. Si selecciono a una compañía grande, nadie podrá decirme que escatimé recursos si ésta fallara. Si selecciono a una pequeña y falla, la culpa será mía por imprudente. Esta fotografía suele salir en negativo.
4.- Contrato una agencia de comunicación y todos mis problemas se solucionan. La comunicación no es una varita mágica. Si tu empresa tiene problemas de ventas, de negocio, de… los seguirá teniendo con comunicación o sin ella. Es una herramienta de gestión empresarial cada día de más sofisticada articulación. Ayuda al todo pero no hace milagros por sí misma. El mundo intercomunicado y colaborativo no juega con las reglas de cada uno sino con las reglas ‘generales’ que debes aceptar sí o sí.
5.- Si digo A, sale A. ¡Error! Como bien señalaba Albert Mehrabian, tan solo un 7% de la atención en un proceso comunicativo corresponde al mensaje. O lo elaboras bien, lo preparas bien, lo transmites bien… o estás más que perdido. Los de Podemos se aprendieron de memoria el manual del buen comunicador que la mayoría de los políticos han ignorado, especialmente en los últimos meses. A las pruebas me remito.
Pero estos son solo cinco. ¿Cuántos más te vienen a la memoria?