“La palabra es una gran dominadora, que con un pequeñísimo y sumamente invisible cuerpo, cumple obras divinísimas, pues puede hacer cesar el temor y quitar los dolores, infundir alegría e inspirar la piedad”. Quien así habla no es ni más ni menos que el sofista Gorgias de Leontinos en su obra Elogio de Elena hace la friolera de aproximadamente más de 2.400 años.
Nada hay nuevo bajo el sol, amig@s y esta afirmación puede traerse a nuestros días con una agilidad y validez pasmosas.
Surgió hace un par de semana en la agencia, durante un debate socrático, la siguiente pregunta ¿Puede la comunicación cambiar la realidad? Nuestro ejercicio derivó hacia otros derroteros pero la pregunta quedó en el aire y la recojo hoy en este espacio con el ánimo de calentar motores y no dejarla morir.
En el momento absurdo, convulso, agresivo, manipulativo… en el que vivimos, más que nunca la comunicación nos hace ver la vida desde una perspectiva determinada, aquella que, generalmente, interesa a los grandes poderes.
La información nos llega depurada y filtrada según la agenda de los medios, quienes deciden – en muchos de los casos guiados por los poderes que los secundan- de qué nos tenemos que enterar y de qué manera; y de qué no. La comunicación hace importantes a unos (atentado de Bruselas) e insignificantes a otros (atentado en Pakistán). De esta forma, lo que se dice viene a crear una realidad, como bien recogía mi amigo José Manuel Velasco en su blog hace no mucho tiempo, precisando cómo el lenguaje es capaz de cambiar una realidad. No es lo mismo decir “Tengo que estudiar” que “Quiero estudiar”, ni tampoco enviar a un equipo de cámaras y periodistas a Bruselas que recoger las informaciones que mandan las agencias internacionales de noticias.
Muchos piensan que lo que no sale en los medios, no existe, no es real. De lo que no se habla, tampoco. ¿Cuánto de verdad hay en ello? El pasado mes de marzo, se celebró en Bueno Aires una multitudinaria movilización en el 40 aniversario del golpe de estado en Argentina. Curiosamente, ningún medio español cubrió la noticia a pesar de haber sido masivamente seguida. Latinoamérica puede ser un muy buen ejercicio de análisis para ver cómo la comunicación puede cambiar una realidad. Después de la subida al poder del presidente Maurici Macri (por cierto, señalado por los Papeles de Panamá) todo parece en calma en aquel país en comparación con las noticias casi diarias que recibíamos cuando la presidía la Sra. Kirchner, esa que tanto daño hizo a algunas multinacionales españolas. Podríamos extrapolar este ejemplo a muchos otros países de América Latina, como por ejemplo Venezuela y, obviamente, a nuestro país y a lo que ocurre en nuestro viejo continente.
Personalmente pienso que sí, que la comunicación, que las palabras, puede cambiar la realidad, para bien y para mal. Es la comunicación la que anima a almas atribuladas y las que atribula a almas incautas o asustadizas. Es la comunicación la que nos llena de miedos o nos da la tranquilidad. ¿Tú qué piensas?
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