18 años trabajando en equipo

18 años trabajando en equipo

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consolidación de los sueños

Hace hoy 18 años, alguien me dijo que qué necesidad tenía de complicarme la vida montando una empresa y responsabilizándome de nóminas, impuestos, gestión de clientes… Con dos hijos muy pequeños y una pasión en el ‘por hacer’ puse en marcha esta compañía que hoy, 18 años después, se muestra bella y robusta.

Me permito, por una vez, dejar atrás las claves empresariales – sí, estamos consolidados; sí, estamos creciendo; sí, somos rentables; sí, somos eficientes; sí, somos eficaces…- para adentrarme, por unos minutos, en el maravilloso mundo de las percepciones.

Aunque bella no sea un adjetivo muy propio para una compañía (y sé que rechinará a más de uno/a) es el que mejor define lo que somos y, es más, cómo nos sentimos. No creo que esté muy distante de lo que piensan mis compañeros, ellas y ellos, con los que cada día compartimos la hermosísima tarea de comunicar.  Somos bellos porque creemos en lo que hacemos y lo hacemos con la máxima de hacerlo muy, muy bien. Por supuesto que nos equivocamos, como humanos que somos, pero en nuestro espíritu está intentar guiar nuestros actos con el principio del bien hacer. Creer en lo que haces, aunque la duda de la incomprensión te asalte de ocasión en ocasión, te permite el mágico disfrute de levantarte cada mañana con otro ánimo diferente (¡aunque nos cuesta levantarnos como a cualquier hijo de vecino!) Es más un tema de actitud.

Y somos una empresa robusta porque, a pesar de no estar en el Ibex 35, a pesar de no disponer de un edificio de ocho plantas, a pesar de no jugar -siempre, sólo a veces- en la primera liga, estamos aquí y estamos para quedarnos. Pero no para quedarnos quietos ni con los brazos cruzados sino para crear, crecer, convencer, liderar, enseñar, imaginar, educar, guiar… junto con todos los clientes que ahora, en el pasado y en el futuro que estamos por descubrir, colaboran con nosotros codo con codo en esa forma tan propia nuestra de no ser proveedores sino equipo, en asesorar y no obedecer, en provocar.

No creáis, no son palabras vacías. Creemos firmemente en ellas y es gracias a ellas o, mejor dicho, gracias a lo que ellas representan, lo que nos ha llevado hasta aquí hoy, 18 años después, consolidando un sueño que no deja cada día de hacerse patente, tangible, real.

Ya he hablado del equipo de Silvia Albert in company pero no sé si ha quedado suficientemente evidente que el ‘IN’ es mucho más que un ‘AND’ y que revela lo que creo hace que esta empresa sea diferente y potente, muy potente: las/los profesionales. No puedo dejar de dedicar un gesto a cada uno de ellas/ellos, un gesto de reverencia, reconocimiento y gratitud por todo lo que han hecho y hacen cada día, no con esta compañía, no en esta compañía, sino por un sector como el de la comunicación tan convulso, confuso y, por qué no, a veces tan patético en el que nos encontramos; y por ellas/ellos mismos, por ser mejores profesionales y mejores personas. Aquí sí que me faltan palabras para explicar lo que siento.

Pero más allá de profesionales somos personas con vidas propias, aficiones y sueños en los que intentamos sentirnos como peces en el agua. La gracia de haber llegado hasta aquí es haber sabido esquivar a las pirañas y demás depredadores con la única bandera de no dejar nunca de ser personas, buenas personas.

En estos 18 años se han cruzado en nuestro camino muchos aciertos y, claro está, muchos errores. De ellos hemos aprendido mucho, muchísimo. Se han cruzado oportunidades y retos, innovación e invención, reinvención si acaso… Hemos conocido a gentes también bellas, con las que el camino se ha hecho sencillo o complicado con alegría. En definitiva, en 18 años se nos ha cruzado la vida.

Hoy, coincidiendo con la publicación de nuestra VIII edición de Perspectivas wellcomm, empresa hermana y visionaria que en octubre cumple 10 años, quiero declarar públicamente que Silvia Albert in company es lo más, que estoy súper orgullosa de haber llegado hasta aquí, de haber tenido un sueño y haberlo consolidado, de haber conocido a tanta gente buena, a tantos compañeros maravillosos, a tantas empresas retadoras, a tantos profesionales diferentes…

Ojalá, estos 18 años no sean un mero cumpleaños sino la constatación de que merece la pena cumplir tus sueños.

Y, ya sí que sí, termino, en un acto individual de agradecimiento con todos los que hoy estáis aquí (y dejo en el camino y en mis recuerdos a algunos/as más que hoy no están):

Rosa Matías: buena amiga, excelente profesional y un corazón con piernas

Natalia Martín: mis brazos, mis oídos y mis ojos; todo con carácter

Rosa del Blanco: energía en estado puro con triple A en positividad

Gabriel Navarro: la constatación del poder aún desconocido

Cristina Rubio: alegría castellana con tesón e ironía mágica

Agustina Barbaresi: bondad y conocimiento más allá de los límites

Carlos Balaguer: la tenacidad, la apertura de mente, la generosidad

Joan Espuny: el arte hecho persona

Sara Martín: el futuro en el presente con dulzura y cabeza

Pedro Pareja: ese afán por ser feliz con un trazo

Eduardo Ríos: un premio de la vida por encima de las expectativas

Mónica Bernardo: la perseverancia y la dulzura

Oliver Serrano: no a los problemas, si a las oportunidades

Teresa Amor: ¡esa cabecita provocadora!

Jesús Puertas: el que hace muy fácil lo más difícil

Elena Ciruelos y Sabela Rodríguez: las aventureras del aprendizaje

Y, cómo no, a mis hijos Nicolás y Lucas, para los que estos 18 años han significado casi el total de sus vidas, con el deseo de que algún día encuentren cada uno su pasión con la pasión con la que yo he encontrado la mía.

Gracias de corazón, gracias.

Silvia

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