Perdiendo los papeles

Imagen de Julia Oliva

¿Cuánto tiempo hace que no utilizas una agenda de papel? ¿Cuándo fue la última vez que anotaste una idea en un cuaderno? ¿Qué ha pasado con los post-its que solían decorar escritorios y las pantallas de ordenador?

La realidad es que, de forma casi imperceptible, pero a una velocidad increíble, hemos ido dejando atrás el mundo analógico. Y quienes más rápido lo han hecho, hemos sido los de mi generación: la generación Z.

La generación híbrida: entre los dos mundos

Quienes nacimos entre finales de los 90 y principios de los 2000 vivimos una transición entre lo analógico y lo digital. Somos, en cierto modo, la primera generación de nativos digitales (o al menos sus predecesores inmediatos), porque crecimos en paralelo al desarrollo de la tecnología actual. Nuestra infancia estuvo marcada por los lápices, los cuadernos y los archivadores, pero nuestra adolescencia y nuestra vida adulta se desarrollaron en un entorno completamente digital.

Aprendimos a escribir con lápiz y papel, a utilizar agendas escolares, libretas para cada asignatura, archivadores llenos de fundas… Sin embargo, pronto descubrimos que esas herramientas eran solo provisionales. Lo que parecía ser la norma fue reemplazado por aplicaciones de recordatorios. Google Drive se convirtió en el nuevo archivador universal y los documentos colaborativos han ido sustituyendo al intercambio físico de apuntes o escritos.

La generación Z vive en un mundo híbrido, con un pie en cada uno. Sabemos lo que era buscar información en enciclopedias o bibliotecas, pero también sabemos recurrir a ChatGPT para obtener cualquier respuesta en segundos. Vivimos la emoción de revelar fotos de carrete y al mismo tiempo gestionamos nuestras galerías en el móvil con edición incluida. Estos referentes no solo marcaron nuestra adolescencia, también dibujan el mapa de esa transición entre un mundo y otro. Cada uno de ellos refleja cómo cambiaron nuestras rutinas, nuestros hábitos de consumo y, en definitiva, nuestra forma de comunicarnos.

Esa dualidad nos hace ser conscientes de lo que se ha perdido; pero también de lo que hemos ganado. Quizás por eso muchas personas jóvenes experimentan un retorno parcial a lo analógico: vuelven a las cámaras Kodak, a las agendas de papel o a los vinilos. Bajo mi punto de vista, no creo que sea nostalgia vacía, o una moda pasajera, sino una búsqueda de equilibrio entre lo digital y lo ‘de toda la vida’.

La comunicación en la era de la inmediatez

En este contexto, el periodismo y la comunicación también han cambiado por completo. Hoy lo digital nos da acceso inmediato a miles de plataformas, contenidos y formas de conectar con otras personas. Toda la información está literalmente a un clic.

El problema es que esa inmediatez se ha convertido en un bombardeo constante que nos abruma cada día, sobre todo en redes sociales. La viralidad y la rapidez con la que consumimos han dejado atrás al periódico impreso y a cualquier herramienta que nos exija más de treinta segundos de atención. Eficacia, lo llaman.

Pero esa misma velocidad trae consigo riesgos: la superficialidad, la desinformación y la pérdida de mensajes en un océano infinito de estímulos. Y lo sabemos. Mi generación sabe que es muy fácil que nos engañen, que las redes sociales son terreno fértil para la mentira. Al mismo tiempo, también sabemos que hoy la gente consume información en reels de quince segundos. Por eso muchos creadores han tenido que adaptarse al estilo de consumo de los Gen Z y Alpha.

El papel, en cambio, tenía algo que lo digital aún no logra: la permanencia y la credibilidad. Al dejar el papel atrás ganamos rapidez, pero sacrificamos la pausa y la reflexión que la comunicación también necesita.

Educación en tiempos de IA

Tenemos que ser conscientes de que el avance tecnológico y la posible sustitución definitiva del papel son inevitables. Eso no significa que sea algo negativo, pero sí implica aceptar que, muy probablemente, nos encaminamos hacia un futuro 100% digital.

Ante este escenario, la clave está en adaptarse. Como sociedad, no podemos permitir que una parte de la población se quede atrás en este proceso. La brecha digital es un obstáculo real y supone un riesgo de exclusión para quienes no tienen acceso o formación suficiente para desenvolverse en el entorno digital.

Al mismo tiempo, tampoco debemos olvidar que las nuevas generaciones necesitan aprender a hacer un uso responsable de la tecnología. La inteligencia artificial, por ejemplo, abre un mundo inmenso de posibilidades: puede ayudarnos a ser más creativos, más eficientes y a resolver problemas de forma inédita, pero también puede generar riesgos si no se utiliza con criterio. Por eso es fundamental enseñar y educar en tecnología, fomentando un pensamiento crítico que nos permita aprovechar todo lo positivo sin caer en lo dañino.

El equilibrio es difícil, pero posible

Desde mi punto de vista, convivir con lo analógico y lo digital nos ha hecho a los de mi generación los más preparados para movernos en cualquier entorno y adaptarnos a cualquier situación laboral.

Al final, crecer entre lo analógico y lo digital no ha sido una desventaja, sino un regalo. Nos dio la oportunidad de conocer lo mejor de los dos mundos: la calma de escribir a mano y la adrenalina de un scroll infinito; la espera de un carrete revelado y la inmediatez de un story. Quizás por eso valoramos tanto los matices, porque sabemos lo que significa perderlos.

No se trata de elegir entre uno u otro, sino de encontrar el equilibrio. Saber cuándo hace falta la velocidad y cuándo merece la pena la pausa. Y, sobre todo, recordar que detrás de todas las pantallas, las agendas y los cuadernos, siempre estamos las personas, con nuestras ganas de comunicarnos, de entendernos y de dejar huella.

 

Últimos posts

Categorías

Etiquetas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

comunicacion
Resumen de privacidad

En agenciacomma.com utilizamos cookies para ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se guarda en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudarnos a comprender qué contenidos de la web encuentras más interesantes y útiles.

Las cookies en ningún caso guardan información personal que te identifique ni pueden dañar tu equipo.

Si tienes alguna duda, puedes informarte en detalle sobre la Política de cookies de agenciacomma.com