Los finfluencers, oportunidad o amenaza para la industria financiera

Finfluencers: ¿oportunidad o amenaza para la industria financiera?

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Erik Finman tenía sólo 12 años cuando comenzó a invertir en criptomonedas. En mayo de 2011, su hermano mayor le explicó que había aparecido un nuevo y prometedor universo digital que revolucionaría las finanzas, y decidió invertir 1.000 dólares que su abuela le regaló. El final de la historia lo conocemos muy bien: Finman se hizo millonario en tan sólo 6 años.

Esta genialidad o golpe de suerte, como queramos verlo, está presente en el imaginario de muchos españoles, especialmente de los más jóvenes, como un modelo a seguir. Están convencidos de que sólo es cuestión de tiempo que la historia de Finman se repita –con ellos, por supuesto– y que sólo este tipo de inversiones, capaces de multiplicar una inversión muy pequeña y obtener rentabilidades estratosféricas, son las que merecen la pena.

De hecho, una gran parte de los finfluencers españoles sólo analizan productos de renta variable, especialmente aquellos con un riesgo muy elevado, criptomonedas o acciones tecnológicas. Este hecho puede explicarse, en primer lugar, por la forma en que monetizan sus contenidos. Los divulgadores de contenidos financieros, a menudo, se benefician de promociones pagadas por plataformas de inversión y productos financieros. Dado que los productos de alto riesgo ofrecen por lo general comisiones más altas, puede existir un incentivo económico para promover este tipo de productos. Además, los productos y valores de alto riesgo suelen estar rodeados de una narrativa emocionante y volátil, lo que potencialmente puede generar más interacciones en las redes sociales y, por ende, más ingresos. En tercer lugar, el público mayoritario es gente joven, sin mucho conocimiento, menos experimentada en inversiones y más susceptible de ser atraída por estrategias agresivas que prometen ganancias rápidas y jugosas.

A pesar de que pueda darse esta correlación entre divulgación y riesgo elevado, Celia Rubio, una de las influencers más destacadas de la industria –cuenta con más de un millón de seguidores en Instagram–, no cree que sea un comportamiento general de los divulgadores de contenidos financieros y que muchos hablan de otros productos y de “la importancia de crear una estrategia de inversión y un portfolio diversificado”. Por su parte, Héctor Chamizo, periodista y streamer experto en economía, considera que, aunque “la asociación entre finfluencers y productos de inversión de alto riesgo es notable, es importante considerar que no todos se centran exclusivamente en productos de alto riesgo” y que algunos “toman un enfoque más educativo y diversificado”.

Por desgracia, la cultura del pelotazo, que se ha metamorfoseado del ladrillo a las criptomonedas y los valores tecnológicos, sigue muy arraigada en España, uno de los países de la UE con peor educación financiera junto con Rumanía, Chipre y Portugal, según la Comisión Europea. En 2021, el Banco de España realizó una encuesta con tres preguntas básicas sobre inflación, interés compuesto y diversificación del riesgo. Los resultados fueron demoledores: apenas el 19% fue capaz de responder correctamente a tres preguntas básicas sobre economía.

Internet y redes sociales, el coladero de la información distorsionada

A pesar de los malos datos, el interés de los españoles por la economía y la gestión de su patrimonio se incrementó notablemente después de la pandemia. La subida de la inflación –el IPC pasó del -0,3% en 2020 al 8,4% en 2022–, el incremento histórico de los tipos de interés, que hasta la fecha se habían mantenido en torno al 0%, y la pérdida de poder adquisitivo –según Addeco, el salario medio de los españoles tiene el mismo poder de compra que en 1996– han despertado un gran interés por el ahorro y la inversión entre los españoles.

Este hecho positivo se diluye en este otro negativo: los inversores principiantes, especialmente los jóvenes, buscan información sobre estas temáticas en internet y redes sociales antes que consultar a un asesor financiero. En este contexto, los finfluencers juegan un papel cada vez más relevante como fuentes de información. Sin embargo, no todos ellos tienen la formación y conocimiento ni la experiencia necesaria sobre economía y finanzas, y muchos de ellos sugieren que a través de unos sencillos pasos sus seguidores pueden lograr lo que supuestamente ellos ya tienen: la deseada libertad financiera.

CFA Institute -una de las asociaciones de profesionales en inversión más destacadas del mundo, conocida por su famoso certificado CFA (Chartered Financial Analyst)– publicó a principios de año un estudio sobre cómo los divulgadores de contenidos financieros involucran a los inversores de la Generación Z en el proceso de toma de decisiones de inversión. Según Rhodri Preece, responsable de estudios en CFA Institute, “nuestra investigación muestra que el contenido de los finfluencers a menudo carece de la necesaria divulgación de riesgos, lo que puede dificultar la capacidad de los consumidores para evaluar la objetividad de la información, y algunos inversores pueden no ser conscientes de cuándo y cómo se paga a los finfluencers para promocionar productos financieros”.

Por su parte, Pablo Gil, economista y uno de los mayores expertos en análisis bursátil en España, cree que “el problema que seguimos teniendo es que Internet está completamente inundado de malos consejos, porque hay mucha gente que se intenta ganar la vida abriendo los ojos al resto de los ciudadanos, cuando realmente los conocimientos que tienen dejan mucho que desear. Por tanto, hay más interés y más información, pero por desgracia mucha de esta no es veraz o no es realmente buena”.

¿Los divulgadores son la solución o parte del problema?

Los finfluencers, oportunidad o amenaza para la industria financiera, Hector Chamizo, Celia Rubio y Pablo Gil

Una de las cuestiones que se debaten es si los finfluencers son útiles para mejorar la educación financiera o si, por el contrario, forman parte del problema. Chamizo cree que no hay una respuesta clara: “Dentro del espectro están los creadores de contenido poco formados y vende motos de tres al cuarto, pero también existen perfiles con una propuesta de alto valor añadido”. Además, considera que no existe una relación directa entre la baja educación financiera y el aumento de los finfluencers: “Para nada. Las carencias vienen de atrás. Los creadores no son parte del problema, aunque algunos pongan palos en la rueda para que el problema, precisamente, no se termine de solucionar”.

Celia Rubio es más optimista y cree que los divulgadores financieros han conseguido transformar ese conocimiento que era poco accesible y que “se solía cubrir de un halo de complejidad” para hacerlo mucho más sencillo, por lo que juegan “un papel importante en esta democratización de la educación financiera”. Asimismo, señala que a medida que avancemos en educación financiera, se incrementará el número de influencers, ya que la gente será más consciente de la necesidad de seguir aprendiendo y consumirá aún más este tipo de contenidos.

Gil, por su parte, se muestra muy crítico con los docentes y divulgadores de contenidos financieros: “Por desgracia, buenos docentes que realmente hagan una labor encomiable hay pocos y sería tan sencillo como mirar el currículum que les avala. Si hiciésemos ese filtro, descubriríamos que probablemente nueve de cada diez docentes realmente no deberían estar enseñando este tipo de actividades”.

La regulación sigue las huellas de los divulgadores financieros

Por otro lado, uno de los grandes problemas es que algunos finfluencers, sean o no profesionales, no son conscientes de que sus actividades están sujetas a regulación. Si bien no se exige un título, la CNMV recuerda que las recomendaciones deben presentarse “de forma clara, exacta y objetiva” y es necesario informar “sobre los conflictos de intereses que tenga la persona que emite la recomendación sobre los instrumentos financieros a los que se refiera”. La entidad realizó una revisión de dichas recomendaciones de inversión emitidas por influencers y “contactó con aquellos identificados como ‘expertos’ para solicitar aclaraciones sobre su actividad y requerirles que cumplieran con las obligaciones establecidas”.

“Si bien la CNMV –considera Chamizo– ha emitido advertencias y algunas guías dirigidas a estos creadores de contenido, la claridad sobre cómo deben operar dentro de los marcos legales podría mejorarse”. Añade que “la regulación actual puede parecer insuficiente frente al rápido crecimiento del número de finfluencers. Dado que el impacto de sus recomendaciones puede ser sustancial, es fundamental que la CNMV establezca reglas claras y precisas. Por ejemplo, podría requerirse que los finfluencers obtengan una certificación específica o que se adhieran a estándares éticos claramente definidos para aumentar la transparencia y la responsabilidad”, añade.

Celia Rubio cree que la CNMV es clara, pero que “no se está adaptando bien a los tiempos y a los tipos de contenidos” actualmente existentes. Añade la necesidad de “penalizar a aquellos que no lo hacen bien, que propagan información falsa y hablan de estafas”. Por otro lado, Gil considera que es preferible que la postura de la CNMV sea más agresiva y reconoce que es mejor “sancionar o evitar la mala información de forma genérica, aunque vaya en detrimento de aquellos formadores que realmente tienen un currículum que les avala”. “El trabajo más sencillo –señala– es multar o prohibir a todos, pero la realidad es que habría que realizar un trabajo mucho más pormenorizado” para discernir quién tiene realmente conocimientos y experiencia.

¿Amigo o enemigo de la industria?

En cuanto a la industria financiera, algunos profesionales miran con cierto recelo el papel de los influencers y reconocen públicamente que existe un intrusismo claro. Sin embargo, no toda la industria coincide en este punto. Chamizo cree que los brókers y plataformas de trading los ven “como una oportunidad significativa para aumentar su base de clientes”. Su capacidad para llegar a un público amplio y diverso, con un lenguaje cercano, sencillo y atractivo, ha sido aprovechada –sin estar exenta de riesgos– por estas entidades para aumentar su volumen de transacciones. Chamizo aclara que la industria de fondos de inversión y otras entidades financieras más tradicionales y reguladas tienden a rechazar a aquellos que no proporcionan un contenido de valor añadido y a recibir con mejores ojos a aquellos que ofrecen una labor más analítica y educativa.

Celia Rubio no es tan ambivalente y considera que la industria “lo ve como una oportunidad; una oportunidad de trasladar mensajes de forma sencilla y de dar a conocer por otras vías los productos y servicios financieros”. “En este sentido –concluye– hay una buena alianza entre la industria financiera y los divulgadores de contenidos financieros”.

Las redes sociales forman parte del debate

En el estudio ya mencionado de CFA Institute, se señalan una serie de recomendaciones para regular la situación de los influencers financieros. Una de ellas es que “las redes sociales mejoren sus controles y asuman una responsabilidad adicional para garantizar que los creadores de contenido sean transparentes e identifiquen qué es promoción o publicidad”. Pero ¿es esto posible? ¿Deberían asumir responsabilidades?

La entrada en vigor de la nueva Ley General de la Comunicación Audiovisual busca regular la actividad de los creadores de contenido en redes sociales determinando qué pueden publicitar y cómo deben hacerlo. Sin embargo, no se especifica qué deben hacer las redes sociales con aquellos contenidos financieros sensacionalistas o que den pie a confusión.

Chamizo considera que las redes sociales “tienen un papel crucial en la moderación del contenido que circula en sus espacios, especialmente cuando se trata de información financiera. Actualmente, aunque estas plataformas han implementado ciertas medidas para atajar los contenidos de dudosa calidad financiera, hay un consenso creciente de que deben intensificar sus esfuerzos”.

Gil, por su parte, duda de que las redes sociales “tengan la capacidad para poder analizar esto en detalle y saber cómo calificar qué contenido es realmente bueno y cuál es contenido engañoso”. Coincide en este punto Celia Rubio, pero sí que cree que hay algo que todas las redes sociales deberían hacer: “controlar las estafas, las suplantaciones de identidad, los sistemas piramidales, aspectos que son muy evidentes y que las redes sociales deberían atajar”.

Conclusión

 Los finfluencers han emergido con fuerza en la industria financiera. Han favorecido la democratización de la información y han detectado una gran necesidad: la formación de una generación cada vez más interesada en gestionar e invertir su patrimonio. Sin embargo, no todos tienen la experiencia y los conocimientos necesarios para llevar a cabo esta función y muchos de ellos promocionan productos sin informar adecuadamente de los riesgos que implican. La industria financiera y la CNMV deben seguir tomando medidas para garantizar que los divulgadores de contenidos cumplan con la regulación y los estándares de transparencia y objetividad, al mismo tiempo que las redes sociales toman un papel más activo en la identificación de contenidos engañosos y la protección de los usuarios.

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