La gestión de la comunicación de la DANA, ¿fue impecable?

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La semana pasada una DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) afectó a toda la península ibérica dejando precipitaciones récord que provocaron cinco muertes y numerosos daños materiales. El supuesto “error” bochornoso de la AEMET en sus predicciones y la gestión de los servicios de emergencias que algunos consideran de “catastrofista”, con la activación de una alerta móvil que se envió por radiodifusión, provocaron un revuelo mediático. Hubo periodistas que dijeron que la alerta del móvil era un experimento de control de masas, y el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, arremetió contra la AEMET exigiendo una mayor exactitud en los pronósticos. Sin embargo, analizando las predicciones y los hechos ocurridos, personalmente creo que las actuaciones por parte de la AEMET y la Agencia de Seguridad y Emergencias 112 en Madrid fueron impecables. Y me gustaría explicar por qué.

Lo primero es saber qué es una DANA. Y no, no es un término utilizado por los ‘climastrofistas’ para alertar del cambio climático. Una DANA es el acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos. En la atmósfera existen corrientes de aire, parecidas a las corrientes marinas –acuérdate de cómo viajaban las tortugas en la película de Nemo–. Una de las más famosas es la que se denomina Jet Stream, una autopista situada en la troposfera en la que el aire va a unos 150 o 200 kilómetros por hora gracias a la diferencia de temperatura entre los trópicos y los polos. Esta corriente rodea al planeta de oeste a este. Pues bien, una DANA se forma cuando esa corriente se rompe y forma una circulación aislada del Jet Stream. En nuestra geografía suelen provocar fenómenos extremos, especialmente en el otoño, cuando el mar aún está caliente –recordemos que este año tanto el Atlántico como el Mediterráneo estaban mucho más calientes de lo normal–. Este aire frío en altura entra en contacto con el mar cálido, dando lugar a una inestabilidad atmosférica muy importante. Septiembre es un mes habitual para que sucedan este tipo de configuraciones en la atmósfera. De hecho, hay un dicho popular que reza así: “Septiembre, o seca las fuentes o se lleva los puentes”. Y esto último fue exactamente lo que ocurrió.

 

Bailando con la probabilidad

Las DANAS son un dolor de cabeza para los meteorólogos, porque los modelos predictivos no suelen rastrearlas bien, dando lugar a muchos escenarios. La atmósfera es muy compleja y es imposible saber dónde lloverá con total exactitud. Los modelos predictivos han mejorado mucho respecto a los años 80, pero también cada vez es más difícil mejorar aún más las predicciones. No porque no haya intención, sino porque la física que explica estos fenómenos lo impide. A menudo escuchamos en medios y RRSS que cómo es posible que los meteorólogos no sepan qué va a ocurrir en una semana, pero sí en 30 años, dando a entender que el cambio climático es un absoluto bulo. Sin entrar en muchos detalles, una cosa es la meteorología y otra muy distinta, la climatología. Que esta última diga que hay un incremento de la temperatura no significa que en el futuro no se produzcan temperaturas más bajas de lo normal. Es decir, Filomena no desmiente el incremento de la temperatura que ha experimentado España en los últimos 60 años.

Volviendo a la DANA, existen varios modelos predictivos. Los más importantes son el ECMWF (el modelo europeo) y el GFS (el modelo americano). El día 24 de agosto, más de una semana antes de que se produjeran los acontecimientos, el GFS ya dibujaba una DANA al suroeste de la península para principios de septiembre. Ahora bien, estos mapas son siempre probabilísticos y a cada minuto que pasa se incorporan nuevas variables que antes no se habían tenido en cuenta. Un modelo a largo plazo hay que cogerlo con pinzas, porque la probabilidad de que se cumpla un escenario a diez días vista –y más hablando de una DANA– es ínfima.

El día 25, el modelo ECMWF también mostró una DANA, pero, aun cuando los dos grandes modelos coinciden, la probabilidad sigue siendo muy baja. De hecho, el día 26 los modelos mostraron una configuración muy distinta. El día 27, volvieron a la carga y el ECMWF dibujaba una DANA perfecta –véase la imagen–. Los días sucesivos, 28 y 29, los modelos consolidaron la posibilidad de este escenario, e insisto, posible porque todo en meteorología a medio y largo plazo es, como en el bingo, probabilidad.

Una vez que se confirmó que el escenario de la DANA era el más probable, había que averiguar dónde iba a hacer diana. El día 29, todavía era imposible saber qué distribución iban a tener las precipitaciones. El ECMWF predecía 80 mm en Madrid para el domingo, un escenario muy difícil de creer –es un milagro que en Madrid caigan 30 mm en un día–. El día 30, los modelos se volvieron locos y predijeron casi 100 mm en Madrid, una posibilidad totalmente inverosímil. Como la dispersión era altísima, nadie quería creer en ello, como nadie quiere creer en el colapso de los mercados financieros. Sin embargo, a veces ocurre.

El día 1, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) envió un comunicado alertando de “precipitaciones persistentes y generalizadas, localmente fuertes o muy fuertes y acompañadas de tormentas” y activó dos alertas de color naranja (riesgo importante) en la Comunidad de Madrid. El día 2, el AROME, que es uno de los modelos más precisos, calculaba 200 mm en algunas zonas al oeste de la Comunidad de Madrid. Era imposible creerse semejante barbaridad –en todo un año suelen caer 400 mm–. Cuando lo vi, pensé que el modelo predictivo se había estropeado. Para que nos hagamos una idea, el récord de lluvia en 24 horas en Madrid se produjo en 1972 con 87 mm. ¡Estamos hablando de un escenario que doblaba el récord absoluto! Algunos medios bautizaron la DANA como la amenaza ‘filoménica’ y, aunque parecía algo sensacionalista, no les faltó razón. Ese mismo día por la tarde, la Agencia de Seguridad y Emergencias 112 envió un comunicado avisando a los madrileños que tenían intención de volver el domingo que lo hicieran por la mañana. A las 23:00 horas, se activó el aviso rojo (riesgo extremo) en el sur de la región, y el día 3, a las 08:30 horas, activaron las alertas rojas para el resto de la comunidad.

Paso a la acción

Por tanto, la AEMET había hecho su trabajo. Había activado los avisos y la Agencia de Seguridad y Emergencias 112 había actuado conforme a estos. Al mediodía del día 3, el 112 activó el nivel 1 del Plan de Inundaciones (INUNCAM) y envió un aviso a todos los móviles a través de una tecnología denominada Cell Broadcast. Esta tecnología permite enviar un mensaje por radiodifusión, por lo que no se necesita un número de teléfono para recibirlo, como mucha gente en Twitter pensó. A esa hora, llovía intensamente en Madrid, pero nada destacable. Hubo un parón entre las 15:00 y las 21:00 horas en Madrid, y las críticas no tardaron en llegar. Almeida dijo lo siguiente: «Pido a Aemet que afine los pronósticos en la medida de lo posible. Hicieron un pronóstico de 120 litros por metro cuadrado en la mañana de ayer que se mantenía a mediodía. Estas previsiones deben afinarse también, no solo por los perjuicios económicos que pudieran causar, sino también por la credibilidad que tenemos que tener desde las instituciones frente a los ciudadanos». Y el periódico El Mundo titulaba así: La ‘falsa alarma’ de la AEMET asusta a la capital y falla en sus previsiones: “No entendemos nada”, dicen en el Ayuntamiento…

¿Equivocación? ¿Alarmismo? ¿Errores?

¿Se equivocó la AEMET en sus predicciones? ¿Pecaron de alarmistas los servicios de emergencias? Las predicciones de la AEMET acertaron, lo único que ‘el gordo’ cayó a 35 kilómetros al suroeste de la ciudad de Madrid. Cuando se activa una alerta meteorológica, no significa que el fenómeno en cuestión vaya a ocurrir en el felpudo de tu casa, y menos cuándo se trata de una DANA, fenómeno de por sí bastante caótico e impredecible. No es que sea difícil, es que es imposible saber cuánto va a llover en un punto concreto de la ciudad. A 35 kilómetros al suroeste de Madrid, ocurrió exactamente lo que predijeron los modelos. En Zarzalejo llegaron a los 215 mm y en Fresnedillas de la Oliva a casi 200; ¡una absoluta barbaridad! Murieron al menos ocho personas en Madrid y Toledo, y hubo cuantiosos daños materiales.

Quizás uno de los errores de la AEMET fue no activar el aviso rojo en la zona de La Sagra (Toledo), una de las más afectadas. El 112 gestionó 2.273 incidencias y la Comunidad de Madrid pidió al Gobierno central la declaración de zona gravemente afectada en algunos municipios. Cabe destacar que la comunicación de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fue muy diferente a la de Almeida. Mostró su apoyo a todos los damnificados y coincidió con la AEMET y los servicios de emergencia en la gravedad que suponía este episodio.

No sabemos qué hubiera ocurrido si la DANA hubiera hecho diana en la ciudad de Madrid. Si con 30 mm en un día hay problemas de inundaciones en túneles y metro, no me quiero imaginar qué hubiera pasado con 200 mm. Lo que está claro es que, ante cualquier riesgo, la prevención es esencial. Muchas personas no perciben el riesgo que suponen los fenómenos adversos. Al igual que en la montaña, se suelen llevar en la mochila muchos materiales que después no se utilizan, pero que se llevan por prevención. Si no ocurre nada, un aviso se queda en un susto; sí ocurre, un aviso puede salvar vidas. Los ciudadanos quieren libertad, pero eso supone también la responsabilidad de informarse de los peligros que entrañan los fenómenos extremos en meteorología. No se puede desacreditar a las instituciones con tanto menosprecio por cuestiones que no se pueden prever. Es muy fácil juzgar decisiones pasadas sobre acontecimientos que ya han ocurrido.

Después de todo, yo me quedo con una conclusión. Nos estamos acostumbrando a que el mundo se adapte a nuestras necesidades. Queremos tener un control sobre todo, también de la atmósfera, y eso es imposible. No subestimemos a la naturaleza y por supuesto no nos sobreestimemos a nosotros mismos.

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