La presión (por llamarlo suavemente) de la huelga de taxistas en Madrid y Barcelona ha logrado generar los habituales ríos de tinta a favor y en contra, sesudos análisis de tertulianos estratégicamente tocados por la varita mágica del argumentario precocinado, e imágenes violentas que son las que más gustan en televisión por más que se diga que son incidentes aislados y minoritarios.
Mientras las grandes plataformas tecnológicas están asesoradas no sólo en materia política sino en todo lo que atañe a la comunicación, las distintas asociaciones de taxistas carecen de esas herramientas y batallan con el corazón en la mano, quizá hasta con razón, pero con flechas, lanzas y cabezazos en un campo de batalla donde otros cuentan con armamento más sofisticado.
La batalla del taxi es una batalla de ideas y de modelos de negocio, y en ninguno de los dos ámbitos va a imponerse ninguna opción a largo plazo por la fuerza. En este terreno, el de las ideas y el de los modelos de negocio, para vencer tienes que convencer, y ahí la comunicación podría ser un aliado de los taxistas. Veamos algunos argumentos.
Haz aliados, no prisioneros
En primer lugar, las protestas están fastidiando básicamente, no a los políticos que han de tomar decisiones, sino a una ciudadanía que se ve presa en carreteras cortadas, agredida en coches VTC o abandonada sin opción de coger un vehículo adaptado. La poca o mucha simpatía que tuviera la gente al sector del taxi merma con cada acción, por más que de forma puntual se ofrezcan servicios gratuitos a personas enfermas o con problemas de movilidad.
Con la ciudadanía en contra, los taxistas además están en huelga (habría mucho que decir ahí porque huelga sólo es la de los trabajadores asalariados) y no prestan un servicio al que están obligados como titulares en exclusiva de una licencia. Las pérdidas que están teniendo por no salir a trabajar son enormes. ¿Por qué no dar el servicio gratis? Les cuento las ventajas de esto:
- Se ganarían a los ciudadanos.
- Al ser un servicio gratuito, cada taxista tendría público cautivo en directo en el asiento de atrás. ¡Street action! Cada taxista, armado con no más de dos o tres mensajes clave, podría trasladárselos a cada usuario durante el recorrido, sin intermediarios. Eso sí, no les vendría mal algo de formación como portavoces. Con esas herramientas, tendrían miles de personas que trasladarían a su público objetivo las razones de su movilización.
Si ahondamos más en cuál es el problema de este sector, parece que la resistencia al cambio tecnológico es un factor clave. No estoy de acuerdo en que la digitalización haya llegado al negocio y lo haya reventado, porque no es así: los conductores, tanto de taxi como de VTC, siguen siendo humanos, así que lo único que se ha digitalizado es la forma de llamar un taxi, no el servicio en sí. Los cambios en el modelo de negocio han venido a través de la tecnología, pero no tienen un core tecnológico. Todavía.
El ajado discurso antitecnológico
El cambio ha venido vía liberalización de un mercado -hasta hace poco, cerrado- de licencias otorgadas y limitadas en número por los ayuntamientos. Licencias que además se convertían en objeto de herencia o traspaso por muchos miles de euros. Ahora, la Justicia es la que de facto otorga licencias, al margen de ministerios, comunidades autónomas y ayuntamientos.
Eso, y no las aplicaciones o las plataformas como Uber o Cabify, es lo que ha reventado el sector como ya antes reventaron otros con mucho menos ruido. De hecho, las plataformas como MyTaxy o Pidetaxi entre otras prestan un servicio similar. No, definitivamente la tecnología no es el problema todavía y los taxistas lo intuyen, pero son incapaces de comunicar que no están contra la tecnología sino contra la liberalización salvaje del sector.
Los adalides de esa liberalización (alguno de ellos procedentes precisamente de las asociaciones de taxistas, por cierto) han utilizado la comunicación a lo grande, pero también a pequeña escala, con sus VTC que además de llevarte de un sitio a otro igual que un taxi, lo hacen en vehículos impolutos, con conductores vestidos con camisa, corbata y pantalón de vestir, y que no conversan con viajeros y viajeras como si fueran Torrente. Conducen regular, también hay que decirlo. Pero a la gente le gusta eso de ir con alguien que parece un chófer y con cristales tintados como si fuera un alto cargo o una celebrity.
Estrategia y comunicación, factores clave
Es un tema complejo, y aquí no vamos a solucionarlo. Pero sí me gustaría mostrar cuánto puede hacer la información por un sector que hace unos años permitía a una persona mantener a su familia y que ahora se ve abocado a un reciclaje de incierto resultado. Lo sabemos bien quienes ya hemos visto morir en silencio sectores tan estratégicos y mucho más afectados por la digitalización como los medios de comunicación tradicionales. Estos, tras más de una década de crisis, EREs y cierres, aún no han encontrado un nuevo modelo de negocio.
Desde nuestro lado, sólo podemos advertirles de que la resistencia de las barricadas no es eterna, que la batalla por la opinión pública no se gana a voces ni a empujones ni a cabezazos, y que, si quieren un cambio justo y duradero, tendrán que liderarlo en los despachos, en los medios y en la calle. Con mensajes y sin violencia.
En todo esto, los profesionales de la comunicación podemos ayudarles con estrategia, mensajes, acciones. Los taxistas deberían dedicar recursos (sí, dinero) a organizar y gestionar profesionalmente una crisis de dimensiones planetarias en la que se juegan el futuro. Y será una inversión, no un gasto.