Cuanto más globales se vuelven las empresas, más importancia adquieren los contenidos bien planteados y adaptados a cada realidad cultural. En otras palabras, las empresas necesitarán localizar el contenido, y este proceso no consiste solo en traducir.
Uno de los grandes desafíos que plantea la localización de contenidos es garantizar que la traducción refleje el contexto cultural de la lengua de destino. A veces, resulta complicado encontrar un traductor que no solo conozca bien los matices culturales, sino que maneje el lenguaje con la suficiente soltura como para plasmarlos en el texto. En otras ocasiones, la dificultad quizás resida en garantizar que la traducción sea adecuada al contexto cultural en el que va a utilizarse, evitando expresiones que son comunes en una cultura pero que no encajan bien en otra. Por poner un ejemplo, siempre recuerdo cuando sacaron al mercado el Toyota MR2 en Francia. Su pronunciación en francés se asemeja a una palabrota (¡aunque dejo a los francófonos que averigüen cuál por su cuenta!). Como era lógico, tuvieron que adaptar el nombre y finalmente decidieron dejarlo en MR, en lugar de MR2.
La localización de contenidos también debe garantizar que la traducción funciona en el mercado al que va dirigido, lo que tampoco está exento de dificultades. A menudo, implica un cambio de enfoque en el texto, y no una mera traducción literal. Quizás haya que adaptar el texto traducido para adecuarlo a la manera de hablar del público objetivo, sus preferencias culturales o el uso que vayan a hacer del producto a nivel local. Y también es posible que haya que adaptar el formato y la presentación de tal modo que el mensaje llegue fácilmente a los lectores.
Aquí es donde entra en juego la transcreación, pero… ¿qué es exactamente? La transcreación de contenidos es el proceso de adaptar un contenido de una lengua a otra. Puede considerarse una forma más extrema de localización del contenido, ya que va un paso más allá de la mera traducción de las palabras. Las personas que transcrean también deben tener en cuenta el contexto cultural en el que se va a utilizar el contenido, y necesitan cerciorarse de que el resultado es adecuado para el público al que va destinado.
Mientras que la localización suele utilizarse para adaptar contenidos a un mercado geográfico en concreto, la transcreación puede aplicarse a cualquier tipo de traducción, ya sean materiales comerciales, sitios web o incluso software. El precio es más elevado y lleva más tiempo que la traducción de toda la vida, pero el producto final puede ser mucho más preciso y encajar mejor con la cultura de destino.
Si estás empezando a conocer las particularidades de este mundo, aquí tienes mis 3 consejos sobre la localización de contenidos:
- Elige al colaborador adecuado: las agencias de contenido con años de experiencia en tu sector son las más indicadas para traducir y adaptar tu contenido a distintos mercados. Comprenderán la importancia de la sensibilidad cultural y dispondrán de un equipo de traductores y redactores de contenidos con mucha experiencia que puedan garantizar un resultado acertado y de calidad. También puedes adoptar un modelo centralizado contratando un equipo de traductores en plantilla. Sin embargo, 1) ponerlo en marcha llevaría demasiado tiempo, y 2) no te ofrece la flexibilidad que hace falta para ir probando a medida que crece.
- Elabora una guía de estilo de localización. Al principio, el proceso es tedioso; a fin de cuentas, el lenguaje no es inocente: el contenido tiene un cariz político y habrá muchas formas distintas de decir algo muy parecido. Mi recomendación (y esto lo he aprendido por las malas) es que crees una guía de estilo de localización que permita a la agencia y a la empresa trabajar al unísono y calibrar cómo quieren abordar situaciones o hacer referencia a organizaciones específicas. Procura que ese documento siempre esté actualizado a medida que el proceso se vuelva más complejo.
- Asegúrate de que la guía de localización se mantenga fiel a la marca, es decir, que se elabore a partir de la guía de estilo de redacción general. Cuando hablo con amigos y compañeros que viven en el extranjero, muchos me cuentan que hablar en un idioma diferente afecta a su personalidad. Algunos se vuelven más introvertidos, otros más serios, otros más chistosos… Con las empresas ocurre exactamente lo mismo. No tengas miedo de hacer las cosas a tu manera: asegúrate de que prevalecen las recomendaciones de redacción y ten presente que no hace falta traducir hasta la última palabra. A veces, localmente tiene más sentido dejar en inglés el nombre de un producto que se va a utilizar en todos los mercados.
La localización de contenidos y la colaboración con agencias no suelen ser baratas, pero una mala traducción puede tener un precio mucho más alto a largo plazo. Este proceso es importante para garantizar que el mensaje de tu marca llega de lleno a los clientes de todo el mundo. Por eso, te animo a que inviertas tiempo y recursos en encontrar al proveedor de servicios de traducción más adecuado. Con eso, ya tienes parte del camino andado en tu expansión internacional.
¡Buena suerte!