Siempre que me enfrento a la tarea de escribir al respecto de nuestro día a día como consultores de comunicación, me entra la seria duda de si debo o no debo ser libre de transmitir la información tal y como realmente la experimento. Es obvio que todo tiene que ver con las percepciones, pero todos sabemos de qué hablamos cuando hablamos de servicios, experiencia y, sobre todo, calidad.
Mi palabra no es dogma, lo sé. Hablo únicamente desde mi experiencia y con el único objetivo de aportar algo al crecimiento, mejora, consolidación y reputación del sector de la comunicación al que llevo dedicada toda mi vida laboral (y que no es poca dado mi año de nacimiento). Y, también, ¿por qué no?, hacer un llamamiento a la no entrada en una espiral del ‘todo vale’ con tal de llevarnos el ascua a nuestra sardina.
Hoy, inmersos en la temporada estival, se me ocurre que viene al caso que hablemos, de nuevo – ya lo hice en otras ocasiones en el pasado – sobre el tema del valor del trabajo que llevamos a cabo. Y, lógicamente, de su justa retribución.
La proliferación de agencias de diverso tamaño; de canales de comunicación entendibles e inentendibles; la amplia cartera de periodistas afectados por los ERES de los diferentes medios; la urgente necesidad de lograr tamaño a costa de servicios especializados; la dilución de las barreras entre el marketing, la publicidad y las relaciones públicas (en el que todos hacen de todo y de cualquier manera)… están provocando que nuestro sector se convierta en un galimatías difícil de entender por los no profanos y, lo que es peor, de respetar. ¿Por qué?
Esta es la clave. Hace unos meses, nos llegó el pliego del concurso para la contratación del servicio de comunicación, mantenimiento web y redes sociales de los clusters tecnológicos de la Comunidad de Madrid. Hasta ahí, todo bien. Se trata de 4+1 clusters diferentes, cada uno de ellos con un equipo directivo diferente, con contenidos diferentes, públicos diferentes… y a los que había que prestar, además de los servicios indicados en la convocatoria, estrategia de comunicación analógica y digital, diseño, producción audiovisual, la cobertura y promoción de eventos, talleres y conferencias, SEO, monitorización, diseño y ejecución de campañas para diferentes públicos, fotografía, informe de evaluación, estrategia y gestión de redes sociales… En los pliegos se requiere un equipo de 7 profesionales, aunque daban la opción de contar con el profesional orquesta (aquel que hace más de una cosa).
Da vergüenza hasta repetir el presupuesto: 60.000€ anuales por los 5 clusters. Esto supone un fee mensual por cluster de 1.000€. ¿Quién cobra 1.000€ al mes por todos estos servicios? El concurso ha sido otorgado; es decir, que hay una agencia/consultora/profesional que ha ganado este gordo. O lo que es lo mismo, que ha aceptado el presupuesto e incluso puede que lo haya bajado para ser competitivo frente a otros candidatos. ¿Está pagando por poder incluir en su lista de clientes a la Comunidad de Madrid?
Cuestión de calidad
Por más vueltas que le demos, las cuentas no salen. Y aquí hay solo dos opciones. Que exista algo en la trastienda (no sería el primer caso de concurso cuestionable o de que ya esté previsto un ‘modificado’, ya saben, desviaciones sobre el presupuesto de adjudicación para que a las empresas adjudicatarias les salga a cuenta la obra) o que dé igual la calidad del servicio. Si pagas con cacahuetes, tendrás monos.
Los servicios de consultoría tienen que ser remunerados en su justa medida. Al igual que compramos un producto, pongamos por caso una maleta, sabemos perfectamente que el justiprecio está en relación directa con la calidad del producto, de su durabilidad, de su imagen y de su servicio. No nos engañemos.
El problema es que todos sabemos lo que es una maleta, para qué sirve, qué formas puede tener según para qué lo queramos, el tamaño y si, además, no atenta contra el buen gusto. Sin embargo, no todos sabemos qué es y para qué sirve la comunicación. Este post no va de eso, para ello tenéis en este mismo blog muchas entradas para ilustraros. Esto va de cuál es el precio justo de nuestro trabajo y de por qué se aceptan bajas tan temerarias que entra la risa. ¿Es desconocimiento? ¿Ha perdido la comunicación el valor real de su impacto?
Ya hablamos de las consecuencias de la insistente negación de no delimitar el presupuesto de los concursos cuando convocamos a varias agencias. La frase más repetida es “no tenemos una cifra” a lo que posteriormente, y después de la presentación de tu propuesta añaden: “se sale de nuestro presupuesto”. ¿Perdón? ¿No hubiera sido más sensato, profesional, justo y lógico que dijeran desde el principio cuál era ese presupuesto del que supuestamente nos hemos salido?
Por supuesto que estamos en un mercado libre y que cada uno puede valorar su trabajo como quiera; pero, no nos engañemos, hay ciertos límites que no se deberían saltar nunca porque lo único que estamos consiguiendo es que nuestro trabajo sea, cada día, menos valorado; que nuestra especialización sea minusvalorada y que la consultoría de comunicación sea, en definitiva, algo anecdótico en lugar de estratégico.
Y los únicos responsables somos nosotros mismos.