greta Thunberg

Querida Greta Thunberg,

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Querida Greta Thunberg,

Me pregunto cómo estás. Llevo tiempo preguntando por ti a personas bien informadas, tratando de averiguar si eres un fenómeno de masas más o menos dirigido por intereses económicos (¿hay otros?), o si verdaderamente es como se cuenta: que eres una niña que se puso en huelga por el clima un viernes, y ahí empezó todo. Naïf, pero tajante.

Me pregunto, querida Greta, últimamente me lo pregunto más que nunca, si estás bien, si no hay nadie detrás de ti explotando en su provecho tu denodado afán por parar esta locura de vida que hemos edificado sobre hojas excel (que lo aguantan todo) de espaldas a la salud, al equilibrio entre las especies, los seres y los paisajes. No me lo pregunto sólo yo. Ayer te vimos casi llorar y, en un grupo de whatsapp en el que están unas buenas amigas, surgió el debate de si es del todo correcto exponerte así. Nos preguntábamos si todo esto es tan inocente como parece, y si tu madre y tu padre hacen bien dejándote ir tan lejos en lugar de ejercer el papel protector que con nosotras ejercieron nuestros progenitores ante cada berrinche o cada obsesión. «Como te pase algo, encima cobras», decía mi madre. En ese grupo de whatsapp quedó claro que todas sospechamos algo («No hay nada inocente en esta esfera pública nuestra», dijo una), y que nos daba también un poco de pena.

Me pregunto si quizá tus padres no son conscientes de que están sacrificando lo más grande por algo de incierto resultado. Me pregunto también si no acabaremos averiguando algo horrible sobre ellos, como que estén aprovechándose de ti, de tu popularidad, para vivir del cuento. Sí, confieso que tenemos todas esa duda. Hemos visto ya de todo. Ahora quizá me mires con horror, pero es que con estos ojos que han de comerse los gusanos -si queda alguno cuando muera- he visto cosas que no creerías.

Me pregunto, nos preguntábamos, si el mundo está tan enfermo que ha tenido que arrojar a una niña a esta locura, que ha tenido que verla llorar e inmolarse en el altar de los medios y las redes, para comprender lo que científicas y científicos de todo el planeta llevan décadas explicando con infinita paciencia. Hombres y mujeres que, con las evidencias más rotundas, llevan décadas sin lograr que pare esta locura. Y anoche, viéndote casi romper a llorar en la televisión, me pregunté, nos preguntábamos todas, si estás quizá siendo utilizada, sacrificada (tu imagen, tu infancia, tu identidad) para que el mundo oiga a través de la emoción lo que no ha sido capaz de escuchar con el entendimiento, con la razón. Qué malos tiempos para la razón, que tienen que usar a una niña como tú para llevar un mensaje urgente a las cabezas que ya no piensan, pero todavía -con un poco de suerte- sienten.

Me pregunto, nos preguntábamos estas amigas y yo, si eres una niña, si te están dejando ser una niña, si deberían dejarte serlo, o si te acabará devorando tu personaje. Es verdad que, como niña que eres y aparentas, tienes una ventaja a la hora de trasladar un mensaje: te puedes permitir cosas que un adulto no podría. Puedes escupirles a los líderes del mundo: «How you dare?». «¿Cómo os atrevéis?». Sí creo que te faltó añadir un exabrupto que no diré porque escribo esto en horario infantil para que lo leas. Pero estuvimos a punto de decirlo todos, yo en particular, que tengo muy mala boca. Ya me han dicho que no diga tacos delante de los niños, pero a veces se me escapa. A ti, como niña que eres, se te podía haber escapado un «cómo os atrevéis, idiotas», o algo peor. Porque como niña se te perdonaría. El caso es que tus pucheros llegaron más lejos que cualquier palabrota y que cualquier evidencia científica.

Me pregunto qué pensarás al saber que decenas de líderes ambientalistas como tú han sido asesinadas por defender la tierra, el agua de los ríos, la naturaleza insustituible y el derecho al futuro. Asoman a mi memoria los nombres de Berta Cáceres y Lesbia Yaneth Urquía, y por aquí hay quien dice y critica que occidente sólo se conmueve con Greta, porque es rubia y contenida. Que el mundo rico se olvida de las heroínas si son morenas y de países pobres. Que mucho pensar en la pobre niña Greta todo el día de la ceca a la meca, pero que las niñas prostituidas que son trajinadas de país en país bien poco importan a la opinión pública.

Me pregunto si, con el tiempo, mirarás atrás y dirás que este sacrificio que estás haciendo por los demás mereció la pena. Quizá mires atrás dentro de unos años y digas: fue en balde, no tenéis remedio, no me merecíais. Me pregunto si para entonces ya estarás rota, si reprocharás a tus padres que te dejaran exponerte así y hacer todo esto. «¿Cómo no me parásteis a tiempo? Sólo era una niña, no sabía lo que hacía», podrías reprocharles. Y será tarde, sobre todo si no has logrado salvar el mundo.

Me pregunto si ellos, tus padres, son conscientes de todo esto y lo hacen porque creen firmemente en ello, o forman parte de una estrategia, de un complot tras el cual están profesionales como yo, de la comunicación y las relaciones públicas que, habiendo analizado cuidadosamente el percal, han visto que sólo así se podía generar un estado de opinión favorable a tomar medidas drásticas, que no son ni más ni menos que las que hacen falta para que esta locura termine. En este grupo de whatsapp que te comentaba, una de mis amigas preguntó a su hijo -jovencísimo, aunque no tanto como tú- qué opinaba sobre todo esto. «Greta Thunberg es la única que me representa».

Imagen: World Economic Forum / Flickr



 

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Un comentario

  1. La verdad que no sé cuál será su patrocinador, pero es inherente a ella la emoción por la causa y ya se ha convertido en una líder, alguien a la que seguir y apoyar, porque ya es hora de poner algunas caras coloradas por el medio ambiente, y dejarse de palabrería. Hacen falta muchas leyes por el clima en el mundo, y sobre todo mucha educación y conciencia. Con la mitad de conciencia que Greta ya vale para salvar el mundo

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