7 maneras de evitar que la comunicación financiera se convierta en un jeroglífico

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He visto cosas que no creerías. He visto a un (buen) economista pestañear desconcertado ante un informe de una salida a bolsa, incapaz de encontrar la información importante entre un mar de datos. He visto a un analista explicar de forma incorrecta qué es la deflación. He visto a un banquero reconocer que no sabe cómo se hacen los productos estructurados que venden algunas entidades.

Si muchas veces incluso los propios expertos tienen dificultades para lidiar con los conceptos y materiales que en teoría deberían manejar con los ojos cerrados, ¿qué podemos hacer los profesionales de la comunicación que nos dedicamos a la economía y las finanzas y que no somos economistas de formación? Las respuestas válidas son variadas: estudiar y leer mucho, aprender de la experiencia, tener curiosidad… Sin embargo, hoy quiero detenerme en algo que creo que es fundamental: buscar la claridad por encima de todo.

Una gran profesora me dijo una vez: «a veces no es tan importante el conocimiento que uno tiene como la forma en que lo transmite». Y un gran compañero me dijo otra: «no incluyas nunca información que no comprendas». Para hacer bien nuestro trabajo, para transmitir bien los mensajes de nuestros clientes y hacer que sean útiles e interesantes para los medios de comunicación, debemos centrarnos en la información que sea sencilla, comprensible y, a ser posible, potente. Y adaptarla para que sea asequible si no al común de los mortales, al menos sí al común de periodistas financieros. He aquí algunas pistas para conseguirlo:

  •  Buscar la simplicidad gráfica: Hay gráficos en algunas presentaciones que sirven más como cuadro abstracto que como fuente de información. Escoge siempre los que muestren un cruce o relación de datos que, o bien sea muy sencillo de entender de un vistazo, o bien cuente con una buena explicación en forma de leyenda.
  • Vigilar los signos de puntuación: Si enfrentarse a un texto financiero es a veces complejo, cuando éste está en otro idioma la dificultad se multiplica. Uno de los elementos que se debe tener en cuenta a la hora de traducir cifras desde, por ejemplo, el inglés, es que los anglosajones utilizan los signos de puntuación a la inversa. Si escriben 2.34 quieren decir 2,34, mientras que si hablan de 3,000 en realidad quieren decir 3.000.
  • Recordar que un ‘billion’ no es un billón: Otro error común a la hora de traducir textos financieros del inglés al español es confundir las medidas. Así, si en un informe vemos que una determinada empresa facturó $10bn (billion), significa que su cifra de negocio ascendió a 10.000 millones de dólares, no a 10 billones. Si, por el contrario nos cuentan que la obesidad supone un coste para la economía mundial de $2tn (trillion), entonces sí podremos hablar de billones.
  • Evitar los redondeos: ¿Recuerdas cuando se implantó el euro en España? Entonces muchos consumidores se quejaron de que hubo un redondeo al alza de los precios aprovechando aquel ‘pico’ que trajo el cambio oficial, que quedó establecido en 1 euro = 166,386 pesetas. Este ejemplo nos sirve para ilustrar por qué no es lo mismo poner 3,2 millones cuando hablamos de 3,18.
  • No abusar de los acrónimos: Hay veces que los informes parecen escritos en código por un espía, sobre todo los que vienen de Londres, Nueva York o alguno de los grandes centros financieros del mundo. A estas alturas la mayoría de periodistas financieros sabe que 1Q quiere decir primer trimestre, pero no todos tienen por qué saber que CHF significa franco suizo.
  • Poner los datos en su contexto: Si yo te digo «Pepe ganó un 10% más», lo más probable es que te plantees algunas preguntas: ¿Un 10% más de lo que había ganado el año pasado? ¿Un 10% más de lo que se esperaba? ¿Un 10% más que Manolo? Dejar que el periodista del medio que recibe la información se invente la respuesta es la receta para el desastre.
  • Como en casi todas las facetas de la vida, anteponer la calidad a la cantidad: Salpicar un informe o nota de prensa con multitud de cifras y datos no implica aportar más. Al contrario; puede ser contraproducente. Elige los que sean más interesantes, informativos o importantes para  ilustrar la información. El periodista te lo agradecerá y, quién sabe… puede que un buen dato se convierta en el principio de una bonita amistad.

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