Recuerdo con cierta nostalgia la entrada en el nuevo milenio. De aquello ya hace 20 años y supone el cien por cien de la vida de esta compañía. Todos los años llegamos a esta fecha lamentándonos (o no) de lo rápido que se han pasado los 365 días y tal vez, solo tal vez, nos sintamos un poquito más – si no viejos- cansados.
En comunicación todo ha cambiado rápida y bruscamente.
Leyendo el otro día un manual de hace unos 10 años, me di cuenta de que, no solo no hablaba de muchas cosas que ahora nos parecen absolutamente normales (redes sociales, vídeo, podcats, fake news, influencers…) sino que hablaba de una realidad que se nos ha desdibujado.
Los que nos dedicamos al lenguaje, a la creación de historias, a la propagación de mensajes… deberíamos hacer un parón y pensar si, después de este lustro, es el momento de recuperar parte de la esencia perdida. Como dice Zygmunt Bauman, “la única certeza de nuestro tiempo es la incertidumbre” y eso ya es una incertidumbre en sí misma.
¿Podemos hacer algo al respecto? Me tengo por una profesional realista, pero, de vez en cuanto, me asalta un cierto tufillo de inocencia y creo en la posibilidad de mejorar este panorama, aunque sea un poquito. Nuestro compañero y admirado José Manuel Velasco aseguraba en su blog, que en nuestras manos está “proteger la verdad que diluye incertidumbres y crea un entorno de confianza”. Habla de renunciar a la mentira propia y ajena, y este es, para mí, el reto de nuestro inminente 2020: la cordura.
En el seno de la Asociación de Agencias de Relaciones Públicas (ADECEC) acabamos de debatir y concluir la revisión del código ético de la profesión. En él recogemos, en 10 puntos, la hoja de ruta de nuestro comportamiento profesional. Deben ser más que palabras. Ya se que no mola nada ser uno de los que dicen que el rey va desnudo, pero el momento así lo exige. Tarde o temprano, engañarse a uno mismo te estrella contra la realidad. La cuenta de resultados puede ser muy tentadora pero no puede ser el único faro que guie nuestro devenir porque esa incertidumbre requiere de coordenadas más ciertas, más fijas y mucho, mucho más claras.
Entremos pues en esta nueva década con la seguridad de que tenemos en nuestras manos cosas por hacer. No luchemos por causas comunes (aunque lo necesitamos) si no queremos, pero apostemos por pequeñas acciones propias que nos congratulen con nuestro entorno, con nuestra sociedad y, por supuesto, con nosotros mismos, con el único objetivo de hacer de nuestra profesión una práctica de futuro en el presente y con sólidos criterios de responsabilidad.
Como decía Eduardo Galeano, “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.” Cambiemos, pues, el mundo, compañeras, compañeros, con una nueva década plagada de profesionales convencidos de que, por muy mal que estén las cosas ahí afuera, por mucho que lleguen las subastas de contratos leoninos, por mucho que amenace la crisis, por más que nos asusten las guerras de precios o la falta de profesionalidad de algunos… somos los dueños absolutos de la varita con la que transformar la realidad y en nuestra mano está decir si lo aceptamos o no. Porque estoy completamente de acuerdo con Velasco cuando dice que “el lenguaje crea realidades” y nosotros somos artistas del lenguaje.
Aprovechamos, desde esta ventana de encuentro semanal con la familia comunicadora, para desearos una feliz Navidad y un 2020 lleno de valentía, realidades y cordura.
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