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FoMO: las consecuencias del miedo como herramienta de comunicación

Agencia comma

A estas alturas puede que ya hayas recibido el pinchazo redentor de la vacuna. Si todavía no has tenido esa suerte, es posible que chequear en varias ocasiones el calendario de vacunación, seguir asiduamente las publicaciones informativas sobre los avances o elucubrar sobre si tu cita coincidirá con tus vacaciones, sean prácticas habituales en tu rutina diaria. Tras observar esta tendencia en varias personas de mi entorno cercano, me asalta la siguiente duda, ¿tenemos miedo a no ser vacunados?

En 2004, el autor Patrick J. McGinnis acuñó el acrónimo FoMO (Fear of Missing Out), para describir la aprensión que puede padecer un individuo que siente que se está perdiendo una determinada información, eventos o experiencias que podrían mejorar su vida. Este miedo, impulsa a los individuos a un mayor consumo de contenidos en medios y de redes sociales, todo para estar al tanto de aquello que sucede en su entorno.

El miedo es una emoción poderosa. Como instinto básico nos permite mantenernos con vida, alejados de peligros y amenazas. El miedo impregna a generaciones enteras, produce cambios en el mundo y motiva movimientos culturales y sociológicos. El miedo es, dependiendo desde donde se genere, una herramienta de control.

Apelar a este sentimiento es una práctica habitual y que se remonta a tiempos inmemoriales en el campo del marketing, donde se aprovecha el sentido de urgencia y el sentimiento de pérdida para maximizar la venta en cortos períodos de tiempo. Por ejemplo, cuando una página de reserva de viajes te muestra en pantalla el número de usuarios que, de forma simultánea, está en esos precisos instantes mirando la misma oferta que tú.

Como profesionales de la comunicación en la era de la información pasamos gran parte de nuestro tiempo buscando esa urgencia en el público objetivo de nuestros clientes, guiados, en muchas ocasiones, bajo la máxima “si parpadean se lo pierden”. Queremos que la información ocupe un mayor espacio en los medios, que atraiga todas las miradas, que genere leads y que engrose los informes de final de mes. Tú, como profesional, ¿alguna vez piensas en el impacto que el bombardeo constante de noticias provoca en el consumidor final?

De la conducta a la patología psicológica. ¿Qué consecuencias tiene el FoMO?

El auge de las redes sociales, el consumo de entretenimiento, información y actualidad a través de internet ha elevado el FoMO hasta la categoría de patología psicológica. De hecho, en los cuadros más severos, se manifiestan síntomas de ansiedad y, en muchos casos, de depresión.

La Generación Z tiene los mayores índices de depresión de la historia, enfermedad que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo según la OMS. La depresión provoca que, cada año, 800.000 personas se suiciden, siendo la segunda causa de muerte entre los 15 y 29 años. Sin embargo, ¿podemos establecer una relación directa entre las dinámicas de consumo online y el auge de este tipo de patologías?

Según el informe Mobile 2020, 7,6 millones de españoles se consideran ‘adictos’ al móvil, el dispositivo de referencia para acceder a internet y redes sociales. De media, los usuarios pasan 5 horas y 14 minutos al día utilizando internet, 6 horas y 6 minutos en el caso de la población de entre 18 y 24 años. Además, el mismo estudio indica que 29 millones de personas son usuarios de redes sociales en nuestro país.

Estas cifras plantean un escenario de ‘barra libre’, donde plataformas, marcas y otras entidades, compiten por nuestro tiempo. La calidad, la verificación y la buena praxis se vuelven irrelevantes ante la monetización de la atención, que, por el contrario, incentiva la proliferación de fake news y contenido sin valor.

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Bajo este contexto, es lógico que la comunicación corporativa y el periodismo quieran una parte del pastel y normalicen la implementación de técnicas de marketing, entre las que se encuentra, por supuesto, el uso del FoMO. La envidia y la proyección son los motores que hacen que chequees Instagram de manera compulsiva; el miedo a quedarte fuera de la conversación, lo que motiva el listado de tendencias en Twitter; los datos que se sirven antes – aunque estos no hayan sido contrastados- lo que hacen que leas un periódico online por encima de otro.

Crear un sentimiento de urgencia y miedo en los usuarios no es algo nuevo. Tampoco es algo que podamos controlar de forma directa en nuestro día a día cuando eres un mero engranaje del sistema. Sin embargo, y aunque pueda parecer algo manido, todos los profesionales de los ámbitos previamente citados tenemos una responsabilidad directa con las personas a las que nos referimos y debemos ser conscientes de las ventajas y las consecuencias del modelo actual.

¿Podemos hacer algo al respecto? ¿Es posible hacer una comunicación más responsable que informe y cumpla con los objetivos de nuestros clientes? Todavía está por ver. De momento, conformémonos con recibir nuestra vacuna…

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