“Somos la especie más peligrosa de la Historia”. Con estas palabras tan contundentes define al género humano la secretaria ejecutiva de la Convención de Naciones Unidas para la Biodiversidad, Elizabeth Maruma Mrema, la primera mujer africana en desempeñar esta responsabilidad.
La llamada de alerta no es para menos. De acuerdo con los cálculos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el hábitat natural perdido solo durante los últimos 20 años equivale a ocho veces el tamaño de un país como Reino Unido.
Un informe realizado recientemente por el Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services (IPBES), en el que han participado científicos de 50 países, concluye que prácticamente dos tercios de los entornos marinos han sido gravemente alterados por la actividad humana y que un 75% del agua dulce del mundo se destina a la producción de ganado y cultivos. El agua ha sido, precisamente, sistemáticamente maltratada y descuidada por el ser humano, a pesar de su carácter imprescindible para la vida y su diversidad.
Día Mundial del Agua: una necesaria toma de conciencia
Cuesta hacerse a la idea, cuando se vive en una realidad en la que no hay más que abrir un grifo para que al instante salga de forma estable agua cristalina con todas las garantías sanitarias, pero hoy en día, de acuerdo con el Joint Monitoring Programme de UNICEF y la OMS, 2.000 millones de personas viven sin acceso seguro al agua.
Parece necesario despertar la conciencia social y, por esa razón, todos los 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua, cada año con el foco puesto en un aspecto determinado que requiere de atención urgente. El año 2022 está dedicado a los acuíferos; agua invisible disponible bajo nuestros pies y que, no solo supone el 40% del agua destinada a la agricultura de regadío, sino que alberga la inmensa mayoría del agua dulce no congelada disponible en el mundo.
Para profundizar en los desafíos y las amenazas que afrontan los acuíferos, la relación entre el agua y el cambio climático, así como conflictos geopolíticos como el que asola Ucrania, hoy entrevistamos en el blog de la agencia Comma a Gonzalo Delacámara, asesor de la Comisión Europea, el sistema de Naciones Unidas, la OCDE y el Banco Mundial.
La realidad del agua invisible
Para Delacámara las aguas subterráneas son, precisamente, un ejemplo “de que la mayor parte de las preguntas clave en cuanto a la gestión de los recursos hídricos son invisibles al ciudadano. En este caso, son literalmente invisibles”. Una de las claves es la comprensión de qué es exactamente un acuífero. “Hay gente que pensará que es una balsa de agua subterránea, cuando en realidad esencialmente es suelo saturado de agua”, explica el experto.
Otra de sus características es su conflictividad geopolítica ya que hay, al menos, 468 acuíferos transfronterizos, que implican a prácticamente todos los países del mundo y donde “los conflictos que se plantean lo son casi por definición. A veces, no es una elección, sino que casi aparece como una necesidad lógica, cuando se entiende el hecho de que los ecosistemas acuáticos, tanto de agua superficial, como de agua subterránea, no entienden de fronteras administrativas o políticas”, explica el experto.
La sobreexplotación del agua: 600 estadios Santiago Bernabéu
Si algo define actualmente a la situación del agua subterránea en el mundo eso es la sobreexplotación: “Se utilizan las aguas subterráneas a un ritmo que no deja que sean capaces de recuperarse”, advierte Delacámara. “Y España es un ejemplo perfecto para explicar esto”.
Es muy evidente en las regiones del sureste, donde se dan problemas estructurales de escasez de agua, y en zonas del Levante o en el alto Guadiana. Esos acuíferos están sobreexplotados en unos 600 hectómetros cúbicos al año. Es un déficit permanente que, para hacerse una idea, equivale a 600 estadios Santiago Bernabéu llenos”. En paralelo hay otro gran desafío adicional al uso excesivo: la contaminación
El problema de la contaminación del agua
Un tercio de los ríos de América Latina, Asia y África sufren contaminación patógena severa, de acuerdo a los datos de Naciones Unidas. En el agua invisible, estos problemas se complican aún más. “Buena parte de esas aguas está contaminada y la contaminación en el agua subterránea es más inquietante que en superficie; el propio proceso hidrogeológico hace que esas masas de agua tarden mucho en recuperarse. Es decir, no es lo mismo limpiar un agua que corre, que un volumen de roca o suelo saturados de agua”, enfatiza Delacámara, que añade: “Nos encontramos además con dos dificultades básicas:”
- Una, la contaminación difusa de la actividad agrícola, que es el principal usuario de agua, sobre todo con nitratos que surgen de la utilización de fertilizantes en la producción y otro tipo de contaminantes que derivan de utilizar herbicidas, pesticidas y otros fertilizantes como los fosfatos, que terminan infiltrando.
- Un segundo problema se ve amplificado por el cambio climático: a medida que se produce un efecto paralelo del aumento del nivel del mar, y, por otro lado, de la caída del nivel freático de los acuíferos costeros, se produce lo que se llama intrusión salina y se salinizan esas masas de agua subterránea”.
La gestión del agua: el problema de planificar para un mundo que ya no existe
La insostenibilidad de numerosas actividades económicas se ha convertido en un factor que pone en peligro la viabilidad del agua invisible, con ejemplos palmarios como “el problema que tenemos ahora mismo con todas las zonas del Guadalquivir que alimentan las marismas de Doñana, el parque nacional con mayor diversidad biológica de Europa”, alerta el investigador.
Sin embargo, los problemas para la gestión del agua están tanto bajo tierra como en la superficie. “Históricamente se ha hecho un gran esfuerzo en aumentar la disponibilidad de agua. Pero la Historia ha evolucionado y ahora tenemos otros desafíos. El cambio climático, por ejemplo, genera una cascada de incertidumbres y aumenta la escala de problemas ya existentes: donde teníamos inundaciones, serán más intensas y frecuentes y donde había sequías, ocurrirá lo mismo. Debemos reflexionar y evitar el error que supone planificar para un mundo que ya no existe”, advierte Delacámara.
España es el país de Europa con los ríos más intervenidos. Pero existen ejemplos en todo el mundo. En este sentido, son especialmente destacables los grandes embalses de cabecera que se proyectan en cuencas andinas para abastecer a las grandes ciudades de la costa del Pacífico en América Latina, donde las perspectivas apuntan a un riesgo claro de desarrollar infraestructuras que solo podrán funcionar, en el mejor de los casos, a un tercio de su capacidad instalada.
Guerra mundial por el acceso a los recursos naturales
Los cálculos de Naciones Unidas señalan que, para el año 2050, alrededor de 3.000 millones de personas (casi siete veces la población de la UE) pasará su vida bajo una situación constante de escasez de agua. “En este momento ya hay 17 países con estrés hídrico extremo, de los cuáles 12 están en Oriente Medio, un polvorín en términos geopolíticos”, enfatiza Delacámara. “Tenemos problemas estructurales en amplias zonas de China; buena parte de las ciudades de India; antiguas repúblicas de la URSS en el centro de Asia; Sudáfrica y otros países del sur de África; el cuerno de África; la costa del Pacífico en Perú y Chile e incluso en algunas zonas difíciles de imaginar a priori, como el sureste de Inglaterra o en Bélgica y Países Bajos”.
Los conflictos del agua entran dentro de un marco mucho más amplio, que es el del cambio climático, como ocurre en Ucrania. “Es algo directamente relacionado con la transición energética necesaria para avanzar en la mitigación de emisiones”, explica el analista. “A nivel geopolítico estamos viendo un elemento central que es la necesidad de tener reservas estratégicas de recursos de energía primaria. Puede decirse que Ucrania es uno más entre los ejemplos de conflictos bélicos que surgen también con una conexión más o menos tácita al acceso a la base de recursos naturales, al capital natural” concluye Delacámara, que cita otros casos, como el enfrentamiento entre Líbano, Israel, Jordania y los Territorios Autónomos Palestinos, “donde hay un conflicto de base en relación al río Jordán”.
La solución para el agua radica en el círculo virtuoso
¿Cómo resolver todos estos desequilibrios? “Existe el conocimiento tecnológico para afrontar estos desafíos y la financiación, también, en un momento de un estímulo fiscal sin precedentes. Falla la gobernanza para ser capaces de gestionar la complejidad.
Se trata de darnos cuenta de que el desafío que afronta nuestra sociedad no es de corto plazo para garantizar el suministro de agua entre los diferentes usos que compiten entre sí hoy, sino ser capaces de avanzar en la idea de que lo importante es la seguridad hídrica a largo plazo, en un contexto de adaptación al cambio climático” afirma Delacámara, que en el caso del agua, apuesta por modelos de reutilización basados en la economía circular y en general por la diversificación de las fuentes de oferta, también a través de la desalación.
La idea es dar a las aguas residuales tratamientos avanzados para regenerarlas y volverlas a utilizar. “Es un modelo virtuoso, recuperando en el camino nutrientes para la agricultura, biogás y otros insumos energéticos que permiten la autosuficiencia”. Se trata también de avanzar hacia un modelo de soluciones basadas en la naturaleza, más eficiente en el uso y en la recuperación de todo tipo de recursos naturales.
El reloj del cambio climático continúa en marcha. Cada día que pasa, el rango de soluciones posibles se irá estrechando y será cada vez más costoso. Por eso, desde una comunicación consciente, es el momento de actuar. Y será en beneficio de todos. Como señalaba el conocido naturalista Gerald Durrell: “No hay un primer y un tercer mundo. Hay solo un mundo para todos nosotros para vivir y disfrutar”.
