Dice Xavier Marcet en su último libro que una empresa deja legado y un negocio, si acaso, deja dinero. Es un buen punto de partida para reflexionar sobre el papel que las marcas y empresas aportan al proceso de transformación socioeconómico y ecológico que demandan ciudadanos e instituciones públicas.
Empresas con propósito… y con contradicciones
La opinión pública y el sentido común han puesto en entredicho el modelo de crecimiento no inclusivo que impera en nuestra sociedad y en la mayoría de las empresas. Desafortunadamente observamos cada día comportamientos corporativos de entidades que van en esta dirección contradiciendo de forma flagrante sus propios manifiestos sobre sostenibilidad o directamente su pretendido propósito.
Un ejemplo claro lo estamos viviendo con algunas de las más importantes instituciones bancarias de nuestro país a la hora de abordar su relación con las personas más mayores. Con sus decisiones estratégicas y sus acciones del día a día observamos cómo están empujando a este colectivo hacia la exclusión financiera y exponiéndolo a una nueva vulnerabilidad que se añade a la exclusión digital.
Se confirma así que “para los bancos convencionales el impacto social es solo un complemento a su actividad habitual y, en muchos casos, la respuesta a la necesidad de cumplir con un nuevo marco regulatorio”, como bien indica Marcos Eguiguren del UPF Barcelona School of Management.
Implicación de los poderes y las instituciones públicas
¿Qué se puede hacer? Parece que confiar en la autorregulación es poco razonable. La Asociación Española de la Banca y la CECA han respondido con un protocolo voluntario para combatir la exclusión financiera. Voluntario y reactivo ya que la medida sólo se ha anunciado tras el gran revuelo mediático producido por la iniciativa “Soy viejo, no idiota” protagonizada por Carlos San Juan y que hasta la fecha ha recogido más de 600.000 firmas de apoyo.
Hay que exigir, por tanto, una mayor implicación de los poderes y las instituciones públicas para que regulen de forma también exigente en esta materia y para que den más voz a los ciudadanos y a los movimientos empresariales más comprometidos con modelos inclusivos de impacto social, medioambiental y de gobierno corporativo. Ejemplos de estos últimos hay muchos y realizan una labor imprescindible.
Modelos inclusivos de impacto social, medioambiental y de gobierno corporativo
La Global Alliance for Banking on Values es uno de ellos en el ámbito de las instituciones financieras. Pero hay muchos más de alcance transversal. El movimiento B-Corp busca transformar la economía global para beneficiar a todas las personas, comunidades y al planeta a través de las empresas. En España ya hay 169 empresas en este movimiento, entre las que se encuentran Triodos Bank o Pensium.
En clave más local hay modelos de negocio que llevan la sostenibilidad, la solidaridad y el compromiso social en su ADN desde hace décadas: el mutualismo de previsión social en particular llega a 2 millones de personas a través de más de 200 mutualidades en todo el territorio nacional, y, de forma más general, las organizaciones empresariales de la economía social que cuentan con un modelo de empresa centrado en las personas representan ya más de un 10% del PIB de nuestro país y generan en torno a 2,2 millones de empleos directos e indirectos.
Por tanto, referentes nacionales e internacionales no nos faltan. Quizás lo que sí falta es pasar de las musas al teatro o, de expresado de forma más castiza, pasar del dicho al hecho. La opinión pública y los consumidores creen cada vez menos en los grandes propósitos corporativos que se utilizan para decorar salas de reuniones o en declaraciones de intenciones recogidas en medios de comunicación o memorias de sostenibilidad, y valora cada vez más a las empresas e instituciones por su comportamiento corporativo real.