Aquí empezó todo. Un pequeño estudio de no más de 40 m2 en la céntrica calle del General Pardiñas, en pleno barrio de Salamanca. Una cesión temporal. Y un par de consejos de dos profesionales de nivel: “no crees una empresa, Silvia; se vive mucho mejor trabajando por cuenta ajena”. Corría el 1 de marzo de 1999. Nunca he vivido de la obediencia.
Entonces usábamos mucho papel. Y también fax, dos líneas, por si las moscas. Y muchas fotocopias, por cada medio, por cada periodista, por cada envío. El mensajero traía cada mañana un sobre grueso con cientos de fotocopias de recortes de prensa y el portero nos entregaba todos los periódicos en papel que el quiosquero de la esquina traía. La lectura de la prensa llevaba su tiempo; ofrecía mil escenarios de oportunidades. Y dos clientes; uno, financiero; otro, tecnológico. Ambas, empresas de referencia. Acababa de estallar una nueva revolución: las punto com. Estar en el sitio oportuno en el momento adecuado. Jugar bien las cartas.
Mis hijos eran pequeños. Mi matrimonio, inestable. Los retos, muchos de ellos inimaginables. La osadía, osada.
No pasó ni un año y Pardiñas ya se nos había quedado pequeño. Nos fuimos a la calle Princesa, a un segundo piso de un edificio mixto de vecinos amables, olor a cocido y luz escasa. En el baño había bañera. Nunca pusimos cortinas. Era un piso de pasado y de paso. Desde allí construimos mil historias, inventamos aventuras y disfrutamos del trabajo bien hecho. Muy bien hecho. Pasamos de marca en marca, evolucionando para intentar encontrar el traje que mejor nos vestía.
La luz se nos hacía ausente con demasiada insistencia y decidimos buscar más espacio. La familia seguía creciendo y, a pesar del descalabro de las punto com, nuestra experiencia había multiplicado nuestro conocimiento y reconocimiento. Empresas farmacéuticas, inmobiliarias, despachos de abogados, transportes, industria, administración regional, turismo… Fuimos la primera consultora de comunicación en asomarnos a hablar de y en las redes sociales y plantearnos un mundo digital no sin muchas críticas por ser tan frikis e inconscientes. La vida, que se afana en sus demostraciones, nos terminó por acompañar, con rotundidad.
Así llegamos a la calle Fuencarral, “entre Bilbao y Quevedo” como decíamos a nuestras visitas para situarlas en el espacio. Nuestro barrio, nuestro territorio. Desde allí salimos y entramos pandémicamente, mientras nuestro casero evitaba hablar con mujeres – “no son interlocutoras adecuadas”, afirmaba – y mantenía férreamente un alquiler desmedido. Se nos quebró la confianza en la gente, solo en la mala.
El nombre propio se nos había quedado pequeño. Nuestro traje encontró su mejor modelo. “Te deseo cariño” o “Te deseo, cariño”. Lo importante es el detalle, lo bien hecho, la excelencia, el oficio. La coma sí importa: comma.
Vestidas de gala, en septiembre de 2022, abríamos Atmósfera comma, un espacio para la libertad, para el cambio, para la transformación. A pie de calle, vecino a vecina, amable. Desde aquí, hemos descubierto que la historia de comma nace del equipo, de su diversidad que pone la comunicación al servicio del cliente. Y hoy nos toca soplar las velas con orgullo. Son 25 años. Ni uno más. Ni uno menos. Mil aprendizajes y una seguridad: comunicar es poder
25 años, 25 razones
Y es poder…
- porque honra el oficio
- porque saca del anonimato a las marcas
- porque quiebra el guión establecido
- porque es pasión
- porque hace las marcas reales
- porque rompe barreras
- porque permite un aprendizaje constante
- porque es transparencia
- porque convence
- porque abre el pensamiento de los integrantes de las organizaciones
- porque es valentía
- porque consolida la reputación
- porque es arte
- porque conecta personas, emociones, propósitos
- porque enamora
- porque permite influir
- porque consolida los pilares sobre los que construir
- porque es escucha
- porque muestra historias sobre lo posible
- porque guía en el propósito
- porque inspira
- porque es generosidad
- porque acompaña el crecimiento
- porque requiere curiosidad
- Y porque es pura vocación.
25 años después sigo orgullosa de pertenecer a este sector. Me siento parte y responsable. Estoy feliz de haberme encontrado con profesionales maravillosos, gente buena de raíz – gracias de corazón a todos ellos- y acepto que, para valorar lo bueno, transites lo que no lo es tanto.
Solo puedo sentirme agradecida. Gracias especiales a todas y cada una de las empresas, empresarios/as e instituciones que han puesto su confianza en nuestra forma de hacer las cosas. Algunos de ellos confían en comma desde hace 25 años. Eso sí que es una prueba de excelencia.
Pero hoy solo pienso en hoy, y en la tarta con 25 velas que soplaré junto a las y los que creen que otra forma de hacer comunicación es posible: con pasión, con oficio, con poder.
Como decía la gran Violeta Parra, gracias a la vida.