Memoria de un emprendimiento 22 años después

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Era un 10 de marzo de 1999, cuando las punto com empezaban a copar el interés de usuarios, marcas e incubadoras. Había dinero a borbotones, ganas de hacer mil cosas rompiendo moldes y corbatas de banqueros volando por los aires con la intención de renacer de cierto contexto casposo empresarialmente hablando en el que nos habíamos estado moviendo.

Con 1999 se acababa una década muy especial – los increíbles 90 – y se iniciaba un milenio lleno de expectativas. Fue un año en el que pasaron muchas cosas y, entre otras, la loca idea de lanzarme al emprendimiento. Dejar atrás una posición potente y segura como directora de comunicación de Merrill Lynch para España y Portugal, con dos hijos muy pequeños y muchos consejos de enormes profesionales de la comunicación de que no me complicara la vida, no supusieron ningún freno. Quizás todo lo contrario. Es lo que tiene ser una ¿inconsciente?

Debo decir que el comienzo no fue especialmente difícil. Abrir tu negocio con un gran cliente y con muchos otros (start up de internet principalmente) llamando con insistencia a la puerta, supuso dos empujones importantes: facturación y (supuesta) proyección de un futuro especializado.

Una diminuta oficina en el barrio de Salamanca, medios tecnológicos muy básicos (¡éramos esclavos del fax!) y todo (empresarialmente) por aprender.

Fueron años de innovar, de experimentar, de profundos cambios laborales, sociales, económicos… Crecimos y tuvimos que buscar otro emplazamiento. ¡No había pasado ni un año…!; un nuevo barrio (Moncloa) y nuevos profesionales que se unieron a un proyecto que no dejaba de reinventarse sobre la marcha. Entonces fue cuando llegó Natalia Martín y poco después, Rosa del Blanco, las más senior del equipo. Las empresas de internet crecían como setas y todo a su alrededor se volvía loco: incubadoras de negocio, capital riesgo, ideas, proyectos, subvenciones, fondos… Mientras, intentábamos mantener la cordura.

Sin embargo, en la esencia, eso que ahora llaman propósito, seguíamos buscando llevar la excelencia a la comunicación porque creíamos (y seguimos creyendo) que otra forma de hacer comunicación es posible.

Nuestro marcado acento financiero, ya diluido por la cantidad y diversidad de nuestros clientes, nos ha acompañado hasta ahora, posicionándonos como una consultora de comunicación financiera de largo recorrido. El boom de las punto com fue tan efervescente como efímero… Así que crecimos y decrecimos en clientes y empleados, pero no porque perdiéramos cuentas sino porque nuestros clientes (empresas) se morían, desaparecían… Vimos cientos de proyectos nacer y otros tantos, morir. Era el preludio de una crisis económica que duró más de ocho años y que llevó al traste grandes proyectos, enormes empresas, muchas pymes, sectores… Y aguantamos. Y aprendimos.

El tiempo pasa pero, como de comunicación sabemos mucho y de sentido común, más, nunca nos permitimos parar. Obviamente no nos hemos quedado únicamente en ser una agencia de comunicación financiera; nos hemos convertido en una agencia con capacidad y experiencia de trabajar en una comunicación 360 y con muchos sectores y especializaciones, desde salud o transporte, pasando por despachos de abogados, startups, inmobiliaria, educación, energía… Pero, además, tampoco nos hemos amilanado nunca ante retos tan (ahora os parecerá algo normal…) excéntricos (¡eso decían entonces!) como las redes sociales, los podcast, los webminars… Fuimos de las primeras agencias/profesionales que teníamos cuenta en twitter, cuando todo el mundo nos decía que éramos unas frikis o unas snobs, o que eso no iba a ir a ningún sitio, que eran “modas pasajeras…”

Fuimos de las primeras agencias que apuntaron la quiebra del modelo de las empresas periodísticas y la imparable tendencia de cobrar por contenidos… En fin, no se si decir que éramos un poco visionarias pero, desde luego, si puedo decir que teníamos los pies en la tierra.

Posiblemente muchas de estas iniciativas/visiones son las que nos han permitido llegar hasta aquí y soplar hoy las 22 velas de nuestra tarta de cumpleaños. El equipo ha ido creciendo al tiempo que aprendíamos que nuevos perfiles profesionales eran fundamentales para ser más completos, más competitivos, más sabios. Ahí fue cuando entró en nuestras vidas el primer ingeniero, Eduardo, que vino a romper la creencia de que en la agencia solo debía haber periodistas ¡Qué equivocadas estábamos! Y menos mal. La pandemia nos ha pillado con los deberes muy bien hechos y con la digitalización marcada en la piel. Pero también se sumaban Carlos, y Laura -que iba y venía-, y Cris, y Gabriel, y Fernando, y Pedro, y Sara, y Joan, y Carolina, y Dani, y Tere -que se ha ido y que volverá-, y Jesús, y David, y Chloe, y Vannesa, y Claudia, y Enrique, y Marta, y Denise, y la otra Marta, y Naiara que apenas lleva dos días en este gran laboratorio…

Hoy hace también dos años que cambiamos nuestra marca. Si en su momento el personalismo tenía sentido, ahora ya no lo tiene en absoluto. De Silvia Albert in company (con ese “in company” que quería dejar patente el sentimiento de grupo) a Agencia comma, un concepto que, ya pasado un cierto tiempo, se ha demostrado muy potente, muy útil y acertado. El mercado ha admitido nuestra transformación sin ningún problema y de una forma tan natural que no deja de sorprenderme (y de alegrarme enormemente).

Sin embargo, y aunque parezca mentira, esto sólo acaba de empezar.  La sociedad va tan deprisa que nos marca los tiempos, los ritmos, las circunstancias… El tsunami de la Covid nos ha puesto del revés, cuestionando cada paso, aniquilando cada creencia, obligándonos a dudar de todo y de todos, asustándonos del galimatías que parece ser esta maldita gestión del tiempo…

Y ahí estamos. Ágiles, flexibles, transparentes, colaboradores, divertidxs, crativxs… Comma es mucho más que un mero naming. Se trata de una convicción: la absoluta certeza de que en los detalles está la excelencia y de que todo es importante, incluso lo más pequeño, una simple coma.

Y comma quiere ser referente, parte y provocadora de un nuevo paradigma de la comunicación, en el que cada unx de nosotrxs tenemos que conseguir que la cadena de acciones funcione a la perfección, un engranaje flexible y robusto, eterno.

Y ahí entras en juego tú. Y tú, y tú, y tú, y tú… y todos los “y tú” que permitan que puedas sentir que, lleves muchos años con nosotrxs o acabes de incorporarte a comma, eres tan fundamental e importante como quieras ser. El éxito de comma es el éxito del trabajo de todxs, de las ideas, propuestas, escucha, iniciativas…

Comma necesita seres humanos potentes, comprometidos, convencidos… Profesionales que crean en lo que hacen; que no se escuden en la queja sin proponer soluciones. Gentes que avancen, que crezcan, que propongan, que compartan, que animen, que sumen, que ilusionen, que provoquen… Si estás leyendo estas líneas es porque muy posiblemente tú seas uno de ellxs.

memoria de un emprendimiento

Así que hoy es también tu cumpleaños. Un cumpleaños de futuro y de aprendizajes constantes, pero también de compromiso. De compromiso y de creer en la magia de pensar en lxs demás. “Lo que consigues será por la suma del esfuerzo de muchxs”, escribía ayer Eduardo en un documento interno. Tomo prestadas sus palabras: “Entiéndelxs, acércate, aporta, comparte y apóyate en ellxs. Eso es empatía e interés por el bien común”. Eso es comma.

¡Feliz cumpleaños, compañerxs!

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